En la plaza de San Juan, en Vilalba (Lugo), está situado este distinguido mesón-restaurante. El local, concuerda con el entorno, siendo en su interior un espacio bien logrado en cuanto a lo decorativo y a las diversas posibilidades que ofrece como negocio.
No siempre se conjuga con acierto, la múltiple vocación que implica funcionar como bar de vinos, cafetería, mesón y restaurante. Tampoco aquí el acierto es total; lo cual ya sería la leche... pero se acerca bastante a lo ideal.
Nada más entrar, buen ambiente en una la barra, que anima a disfrutar de un aperitivo. Cuentan además con una pizarra bien armada, con gran cantidad de vinos por copa, además de una apetecible selección de quesos y embutidos.
La sala situada en el piso superior, el espacio destinado a servir como restaurante. La decoración es deliciosa, el menaje fantástico y el ambiente sería ideal de no ser por el sonido de la tele colándose por el hueco de las escaleras. Por lo demás, el espacio, dividido en dos estancias totalmente diferenciadas por sus motivos decorativos, es ciertamente encantador.
El servicio, joven, también cumple; de hecho el servicio del vino ha sido ciertamente esmerado y las cartas... con las cartas tengo que pararme un poco más.
Comenzando por la de vinos; plagada de clásicos del país, pero con referencias a precios más que apetecibles (algunas piden a gritos ser llevadas para casa). La bodega es innegablemente amplia y fiándome de lo sucedido durante esta velada, el vino se cuida; así que seguimos bien.
En cuanto a lo que se presenta al cliente en la carta de platos, decir que esta es casi tan extensa como la de vinos. Tal cantidad de platos es dificilmente abordable por la clientela a la hora de efectuar su elección y todavía lo será más para la cocina a la hora de elaborar tal número de viandas.
Perdonar mi incredulidad; pero 30 y pico entrantes, 12 mariscos, casi 30 pescados, 20 carnes y unos 18 postres... bien hechos, de calidad y a disposición diaria; eso no se lo traga ni cristo.
Ese día disponían, a mayores, de unos cuantos platos, con motivo de las jornadas de setas y caza. Me tiré a por ellos, por que siendo "de temporada" y gustándome ambas materias primas, tendría mayor posibilidad de acierto.
Para el entrante, di carta blanca en cocina entre unas 5 preparaciones con hongos o setas y a modo de principal, me quedé con un lomo de venado, que, servido en un punto idóneo, resultó ser más que aceptable, pese al chocolate que lo acompañaba, que poco distaba del que utilizan en el carrito de los helados.
En cocina se decantaron por servirme a modo de entrante, una cazuela de boletus, que venían flotando en aceite suave.
Que nadie me entienda mal, de todo lo mencionado, poco se quedó en el plato; pero a la hora de solicitar el postre, preferí que hilar fino y no dejarme recomendar. Trabajé bien, por que seleccioné un coulant con helado de mandarina. El postre en su conjunto, estaba de miedo y a muy buen precio.
Para acompañar los mencionados platos; me quedé con un viejo conocido, que dada la ocasión; fue apuesta segura. Un Hacienda de Monasterio crianza '07, de Bodegas HdM, a base de Tinta Fina, Cabernet Sauvignon y Merlot. En el momento del descorche, un exceso de sensación alcohólica, impedía percibir correctamente sus características, pero tras oxigenado y una media horita; se mostró como el Ribera del Duero portentoso que siempre ha sido. Potente, expresivo; frutal, especiado y con algún mentolado en tercer plano, da paso a una elegancia, redondez y equilibrio, sorprendente para un vino que aún tenderá a comportarse mejor con el paso del tiempo, siempre y cuando la conservación sea óptima.
Sin más excusa, que el hecho de haber servido como B..S.O. en el viaje de vuelta a casa; os dejo con este pedazo de instrumental a cargo Alan Wilder y su proyecto musical, Recoil. A. W. es un músico de formación clásica que, en su día, fue integrante de Depeche Mode y que ha demostrado tener mucho que ofrecer al mundo musical, más allá de la citada formación, bien como productor, bien como autor de piezas tan fantásticas como esta Stone, con la que puse kilómetros de por medio entre mi persona y Vilalba; una bella villa luguesa, digna de ser visitada y conocida más allá de haber exportado dos ilustres indeseables (haciendo amigos). Por aquí preferimos los quesos y los jamones ;-) . Una recomendación, regalaros el momento de escuchar la pieza entera y, a cuanto más volumen, mejor. el final es brutal.
COCINA: **1/2 SERVICIO: ***1/2 LOCAL: **** BODEGA:***1/2 PRECIO: ***1/2