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m@rí@g@stronomí@; un viaje gastromusical, o musicogastronómico..., o de que por mucho que os cuente, mejor que lo veáis por vosotr@s mism@s:

sábado, 6 de octubre de 2012

Restaurante BENS D'AVAL. ¡Que vistas!

Bien es cierto que una imagen vale más que mil palabras, es por eso que a la hora de explicar una experiencia en el mallorquín BÉNS D'AVALL conviene agarrarse a estas fotos del principio (pese a mi ineptitud con la cámara).
Una amistad de la isla, de cuya compañía tuve el honor de disfrutar durante la cena, lo define como "el Bulli mallorquín", por lo perdido que se encuentra "de todo" y es que parece mentira que un local tan alejado de una gran urbe, con una carretera que me río yo de las del rural del noroeste peninsular; tenga tal afluencia de clientela.


Eso dice mucho del estilo de vida mediterráneo. En mis visitas a esta isla, he podido comprobar que el modus vivendi es -por lo general- más relajado, parece poseer un mayor arraigo y un, por tanto, mayor alejamiento del actual mundo poseído por la globalización. Digo esto, teniendo en cuenta que es un gran destino turístico; lo cual, muchas veces, quiere decir lo contrario a ir en sentido opuesto a la globalización.
Definitivamente, me parece un regalo de calma para el viajero cosmopolita, amante del buen paisaje. Aunque bien es cierto que me considero una persona pausada y me encanta escoger destinos de este tipo; por que no hay mayor jodienda que regresar de un viaje de placer, con más stress del que se ha partido.

En fin, que me lío. Serían poco más de las 19:00, cuando partimos de Valldemossa, preparados para disfrutar de una travesía por la tramontana plagada de curvas, pasando por el hermoso pueblo de Deiá y arribando al local en si, a las 19:40; prontos para ver la puesta de sol.
Disfrutamos mientras de unos aperitivos poco dignos de ser recordados (a ver cuando, al menos en las buenas casas, destierran de una vez el Martini y se proveen de vermouths de calidad...) y a duras penas podíamos revisar los menús; dado el paroxismo, la tranquilidad y la enorme belleza que ofrecía nuestro emplazamiento. Embobados, pero hambrientos, poco tardamos en acceder al comedor interior, para dar comienzo a un festival de ligereza y naturalidad.

Se ha de tener en cuenta que en el pase de noche, el comensal sólo dispone de dos menú degustación. Uno largo y uno más corto, en el que se escoge entre carne o pescado, que por lo demás, sería igualito que el largo -poco se complican...-.

Muy buenos los pequeños bocados a modo de comienzo, mostrando intenciones y buenas maneras; con una coca mallorquina destacable. 
También disfrutamos mucho, la ensalada de bogavante con rúcula, higos y helado de queso mahón; aunque llegó el colofón con el calamar; que según nos indicó el servicio, se pesca con un método característico en el que se utilizan redes, pero no por arrastre. Venía sobre una potente y sabrosa salsa típica de la isla (con piñones y pasas en concurso), unas cortezas de cerdo y la patata pisada con ajo y perejil. Un conjunto excelente, ¡nos encantó!.


CAP ROIG (cabracho) con gamba roja, berberechos, uvas y parmesano, sobre penne.

En Galicia, no es muy típico ver la pasta como guarnición de pescados, pero según me han comentado, en Mallorca son grandes consumidores de pasta. El plato me pareció muy logrado, pero hubiese preferido chicha en mayor proporción.

El Roast Beeff de buey con setas, lentejas y un jugo al vino tinto, atómico, también muy rico. Idénticas sensaciones que con el plato anterior.

Un vasito de crema de fruta de la pasión, fue el primero de los postres. Me habían advertido que BÉNS D'AVALL contaba con un chef experto en pastelería y este sencillo postre lo confirmó; pese a que lo mejor del menú estaba por llegar...

Helado de piña, merengue avainillado con cremoso de chocolate sobre praliné. Ole, ole y ole. Mi golosía sin límite siempre se regocijará en el recuerdo de este oasis de frescor, aromas florales y golosa cremosidad. 

Habíamos bebido un  Acrollam ("MALLORCA" al revés) de la D.O. Pla i Levant, producido por bodegas Mesquida Mora, para acompañar entrantes y pescado y un estupendo Venus 2.006 -muy bien de precio, lo cual no se podría decir de algunas referencias de la carta-; un tinto de Montsant a base de uvas Cariñena y Syrah, creado por Sara Pérez -mejor elaboradora que vendedora- con un brutal despliegue de aromas frutales, especiados, expresivo y carnoso pero de fresca mineralidad. Una montaña rusa de sensaciones bien integradas. 

Todo ello muy bien arropado por un servicio conocedor de la oferta del local, atento y amable en todo momento.

Espléndidos e intensos los cafés; al igual que la conversación que mantenía con mi acompañante. BÉNS D'AVALL, lo había conseguido; la velada había fluido como lo hacen las veladas agradables, con una sucesión de placenteras sensaciones que animan al recreo, a la evasión, a empatizar con quien  te rodea y a dejarse llevar. Y como de dejarse llevar iba la cosa, hicimos una parada de vuelta a casa, en una estupenda terraza de Deiá, en la que continuamos charlando, mientras apurábamos el primer y último gin tonic de la noche. 
Momomentos mágicos y perfectos en su sencillez; no pierdan el tiempo buscando más allá.



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